Spanish Federation of Holiday Rentals Associations

carme riu

Hace poco más de una semana, la consejera delegada de Riu Hotels y parece que "en funciones" de la CAIB, Carmen Riu, manifestó que se debe limitar el número de turistas porque vivimos en un territorio limitado.

A priori, una buena noticia si no fuera porque en ningún caso plantea ninguna medida de contención y/o decrecimiento que le afecte. Podría haber propuesto luchar contra la sobreocupación hotelera con más inspecciones, pedir más sentido común en el sector o que los menores de 12 años computen como plaza para reducir la capacidad alojativa de los hoteles y por lo tanto la presión turística en verano, pero no ha sido así. No en vano, esto supondría aceptar que sus hoteles son corresponsables de la masificación y que, por lo tanto, deben ser partícipes vez de mitigar los impactos del turismo. Demasiado pedir a quien hasta ahora ha dirigido la política turística del Govern.

Como era de esperar, su propuesta se basa exclusivamente en poner límites a la competencia o a lo que ella considera un freno a su crecimiento, la prohibición de todo el alquiler turístico y la liquidación la ecotasa. El primero, era de esperar, pero sorprende que quiera eliminar un impuesto que además de mitigar parte de los impactos negativos que genera, puede ayudar a regular el flujo turístico y, por lo tanto, la presión turística del verano. Incluso, ha ido de poco que no acabara sirviendo para sanear sus cuentas de resultados algo que evidentemente no ha criticado. Sin embargo, este hecho no ha sido impedimento para que una parte del ecologismo haya aplaudido sus declaraciones sin plantearse que la crítica respecto a la masificación turística, es tan sólo la excusa perfecta para que el turismo y el Gobierno no se escapen del control hotelero. Ya se sabe, a veces pesa más aquello de "los enemigos de mis enemigos son mis amigos", que el objetivo en sí que se defiende.

Convendría no olvidar que la masificación es la suma del conjunto de turistas a la población residencial, y que es imprescindible tener métricas reales para saber por dónde van los tiros. Los datos públicos más fiables son a estas alturas las de FRONTUR I EGATUR, que se obtienen a partir de macroencuestas periódicas a turistas en las que se pide que hacen y qué no hacen y lo que es capital, donde se alojan. Pues bien, en el mes de agosto, el de máxima ocupación, el 73% de los turistas encuestados, manifiesta que se aloja en hoteles o similares, un 11'3% a alojamientos turísticos, un 8'87% son turistas residentes (tienen segunda residencia en la isla) y un 8'87% van a casa de amigos. Una cifra, que además de dejar claro quién lleva más personas en la isla, otorga al sector hotelero mayor peso que el que tenían en 2016, en el que los turistas alojados en hoteles representaban el 66'4%.

Los datos no son casuales: mientras que el número de pernoctaciones totales (noches que pasan los turistas en la isla) ha bajado un 4'73% respecto del 2016, resulta que el número de turistas que va a hoteles ha crecido un 9'8%. Por el contrario, los que se decantan por el alquiler turístico se ha reducido en un -27%. Este decrecimiento no se debe a un cambio en la demanda, sino a la aprobación de la ley turística de 2017, que dejó a la mayor parte de los propietarios de viviendas turísticas en plurifamiliares, fuera posibilidad de regulación. No voy a entrar en si la ley está bien o mal hecha, tan sólo dejar claro que su aprobación ha conseguido poner límites al turismo y reducir la presión en verano, pero todos los huevos han recaído en el mismo costal.

A estas alturas todavía quedan plazas destinadas al crecimiento hotelero y suelo destinado exclusivamente a esa finalidad. No hace falta decir que otros hoteles requieren necesariamente de más mano de obra, y, en consecuencia, más crecimiento demográfico, más viviendas por los nuevos trabajadores, y más consumo de territorio. Por el contrario, en relación al alquiler turístico, para evitar construir más, no se pueden dar nuevas licencias a viviendas que no estén construidos. De hecho, la inmensa mayor parte de ellas se han usado los últimos años para regularizar los apartamentos turísticos del litoral, que hasta 2017 existían, pero se encontraban en un cierto limbo legal. Además, con un handicap del que nadie habla, en 5 años sus licencias caducarán y si no quedan plazas en la bolsa para renovarlas, se extinguirán.

Parece pero que esto no es suficiente, hay que liquidar también aquellas viviendas unifamiliares de pueblo, que, como los hoteleros, tienen una licencia otorgada de por vida. No importa si esto supone una fuente de ingresos fundamental para miles de familias que viven del alquiler turístico. No hay una mínima empatía hacia los restaurantes, tiendas y otros pequeños empresarios, que, a diferencia de los clientes de todo incluido, perciben - ahora sí - algún beneficio del turismo. Hay que tener el poder absoluto, y para que sea posible, los grandes, deben crecer aún más, y los pequeños, deben decrecer hasta la extinción. Por ello, da a entender - sin complejos - que la masificación no la hacen los casi dos millones (2.723.935) de turistas que van a un hotel en agosto, la hacen los pocos más de 300.000 (307.866) que van a viviendas turísticas.

Nos guste o no, la masificación y la saturación son fruto de la suma de todos los humanos que vivimos en la isla, sea de manera temporal, o de manera permanente. Es consecuencia del modelo económico (turístico y no turístico), y, por lo tanto, es importante buscar amplios consensos sobre qué futuro queremos. Está bien que la señora Carmen Riu, o el sector hotelero, se preocupe por la problemática medioambiental, pero hagamos esto a conciencia sin derivar responsabilidades. Miremos a largo plazo, y no olvidemos que, a pesar del repunte de los mercados competidores, la Organización Mundial del Turismo (OMT) prevé un crecimiento anual del número de turistas internacionales en torno al 3-4%. Por ello, podemos elegir seguir creciendo en cantidad de turistas, y de habitantes (300.000 en 10 años según las últimas estimaciones), o podemos crecer en valor añadido. Ayudar desde el sector a mitigar los impactos del turismo con la ecotasa, tratando de contribuir a la diversificación económica, o sumar 600.000 almas más en nuestro territorio. De todos nosotros depende, también del sector hotelero y todos aquellos que con su actitud le dan cuerda.

Artículo escrito por: Joan Miralles, Sociólogo y Ex presidente de HABTUR Balears

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